POEMAS PARA LAS BRIGADAS INTERNACIONALES

viernes, 19 de septiembre de 2014

Los trenes del pasado, un poema de Mª Jesús Silva



LOS TRENES DEL PASADO

En algunos días de aquella primavera
nos sentábamos en la tapia
y dejábamos que los pies nos colgaran.
Los talones golpeaban contra el muro de amapolas
cuando el tren aparecía y silbaba
goteando abril.
Un vapor denso
resbalaba por los cristales apagados
como si los vagones respiraran.
Otros días nos sentábamos en el banco del andén
para estar más cerca. Veíamos las urnas
y las cajas de madera como si fuesen pergaminos
en espera de los hombres con sueño y amor.
Pero los hombres viajaban dentro
durmiendo un sueño perenne,
con brazos amputados y heridas abiertas anilladas al sol,
con ojos cerrados que guardaban un recuerdo lejano en la pupila
y gargantas destrozadas con el postrero grito apagándose en la distancia.
En sus cabezas los agujeros se habían secado con las últimas gotas de luz
de una frontera que nunca entendieron.
Algunas veces una puerta del tren se abría
y un hombre y una mujer que esperaban en el andén
recibían una caja y un saco verde,
lloraban
y abrazaban el regalo vacío de sonrisa
mientras el mensajero les despedía alzando su mano al sol.
Ellos ya no le miraban ni oían sus palabras,
sus dedos sostenían los paquetes como pétalos
y se encaminaban con pasos débiles
hacia el vértigo de una fosa.
Y el tren marchaba con las sombras retenidas
de los que siguen viaje.
Después llegó la estación donde las flores caen y  las hojas cubrían los raíles
y el tren entraba desafiando la espera de los que esperan,
reventando en su silbido el color tostado y los estómagos vacios
podridos de lombrices.
Un día de diciembre llegó la nieve
blanca y sucia en el andén,
desde la tapia desteñida de rojo vi a mi abuelo y a mi madre
y como una puerta se abrió y recibieron su presente,
retuve el temblor de sus manos,
los ojos de mi madre eran vidrios
los de mi abuelo blasfemias sordas, bruma acuchillando la ausencia
y el deseo.
Entonces supe que mi padre jamás regresaría a casa.

Los años esconden el dolor, las sombras
y me pierdo en estaciones nuevas por las que voy deshabitándome
en busca del viento del mundo,
hago transbordos de un tren a otro,
de ciudad en ciudad,
mientras espero en el andén que una puerta se abra.

MARÍA JESÚS SILVA GARCÍA

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