DICTADORES
Si cada uno de tus muertos
dejase su cuerpo intacto sobre la tierra,
permaneciera allí donde su columna besó el suelo
sin desaparecer, como tampoco se pierde su sombra
en nuestro latir, en los empinados sueños...
Habría a quien no le importase caminar aplastando
blandamente sus huesos,
pero su presencia, tal vez,
atormentaría sus tobillos tal como se clava
su estilete en nuestro amputado abrazo
y, ojalá, construyesen con sus figuras un camino
que señalara la escalada hasta el oxígeno.
ALBERTO GARCÍA-TERESA
ALBERTO GARCÍA-TERESA
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