POEMAS PARA LAS BRIGADAS INTERNACIONALES

jueves, 12 de junio de 2014

Un poema de Begoña Abad



Y me hablaba el abuelo,
 con voz de que sólo yo le oyera,
porque aún sentía el miedo de entonces,
de las noches al sereno,
de aquel sereno con hambre y con sueño,
con el miedo pegado a la espalda negra,
con el miedo de nunca saber qué ocurriría luego.
Y con aquella negra suerte de estar en el bando equivocado
(siempre lo estuvo y, al parecer, eso se hereda).
Y me hablaba de que conoció a extranjeros
a los que no entendía, pero que sintió cerca,
salvando lo insalvable, muriendo en territorio
que nunca sería suyo.
Y el abuelo no sabía aún cómo era posible
que alguien lo dejara todo,
a los hijos también, a las mujeres-madres,
para venir a abrirse en canal
en las cunetas de otros
y a dejarse matar con la esperanza  intacta.
Y trajeron con ellos esa simiente
y la repartieron sin pedir nada
y la dejaron para que hoy,
todavía hoy, no hayamos sido capaces
de devolverles la luz de la memoria
como merecen.
Y el abuelo aquí, si levantaba la voz,
porque se iba encendiendo
como si ya hubiera permiso para nombrarles
y hacerlos vivos otra vez.
Y yo diría que el abuelo entonces
tenía los ojos más brillantes,
aunque él decía que era la puta “rija”,
que le hacía llorar como a los niños,
y se frotaba con rabia para que no le vieran
hacerse viejo de repente.

BEGOÑA ABAD DE LA PARTE

No hay comentarios:

Publicar un comentario