"No tenía familia ni amigos en España. Nunca había empuñado un arma.
Tenía un trabajo (de mecánico), una novia (Ivy) y toda la vida por
delante, pero con 22 años Jack Edwards lo arriesgó todo por luchar en
una guerra que no era la suya, en un país en el que no había puesto un
pie, España. Con otros jóvenes como él, algunos casi niños, abandonó
Liverpool para enrolarse en las Brigadas Internacionales, el ejército de
voluntarios extranjeros — 35.000, de 55 países—
que apoyaron a los republicanos en la Guerra Civil. “Mi padre siempre
decía que lo más importante que había hecho en su vida había sido luchar
en España contra el fascismo”, explica Pete, su hijo, de 72 años, en un
autobús al valle del Jarama para cumplir el último deseo de Edwards:
que sus cenizas fueran esparcidas en el campo de batalla."
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